Juromenha pertenece al municipio de Alandroal, en el distrito de Évora, también tiene el nombre de Nossa Senhora do Loreto. Una pequeña aldea de casa blancas enmarcadas con líneas azules y amarillas esconde las ruinas de sus ciudad fortificada.
Cuando llegues puedes dejar tu coche en un pequeño espacio en las puertas de la ciudad fortificada.
Con vistas inmejorables sobre el Guadiana desde la ocupación romana y musulmana, este enclave fue muy importante para la defensa de la línea fronteriza.

El conjunto está rodeado de una muralla abaluartada del siglo XVII con varios metros de espesor. Aquí no vas a encontrar turistas y debes de tener mucho cuidado porque todo el conjunto se encuentra en ruinas, por lo que debes respetar las señales donde se te indica que no debes pasar por tu seguridad.

A lo largo de su historia, varios avatares hizo que Juromenha fuera abandonada, años de guerras dieron lugar a que en 1659 estos muros vivieran un trágico suceso, un polvorín explotó poniendo fin a la vida de toda la guardia, en su mayoría compuesta por estudiantes de Évora bajo el mando del Padre Francisco Soares “El Lusitano”.
Un poco más tarde y a raíz del terremoto de Lisboa, en 1755, tuvo que ser reparado y se le añadió el baluarte situado por el flanco que daba al Guadiana. La Primera Guerra Mundial hizo estragos en la fortaleza con cruentos bombardeos aéreos hasta que en 1920 fue abandonado.

Hoy en día conserva la muralla, los baluartes, la torre del homenaje y las puertas de entrada a la ciudad.

También algunos edificios tan interesantes como la Iglesia matriz de Nuestra Señora de Loreto, en ella aún queda unas impresionantes columnas y la decoración de pinturas de paredes, así como las molduras decorativas en su altar mayor.

Algunas de sus tumbas se mueven bajo tus pies, no te aconsejo que entres demasiado, no se encuentra en buen estado aunque los tejados se ha reparado para evitar el derrumbe.

Una pequeña capilla y algunos edificios que se han restaurado, como la casa del alcaide, una pequeña capilla, la cárcel y los antiguos Ayuntamientos dan al entorno una ambiente de estar en otro tiempo.

Y sobre todo su ubicación privilegiada que permite unas vistas impresionantes de los territorios portugués y español, merecen una visita.

Después de este pequeño paseo donde la explosión de la primavera, entre amapolas y otras flores hacían más bonito el entorno, continué mi viaje hacia Castelo da Vide donde me alojaría esa noche.

Pero antes, hice una pequeña parada en un lugar que me atraía desde que había visto fotografías cada vez que miraba y remiraba información sobre el Alentejo; el Monasterio flor da rosa.

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