Si por algo nos gusta Portugal, es por esa unión tan particular de la modernidad y el respeto a sus tradiciones.
Un ejemplo perfecto del amor que tienen los portugueses por su historia y su cultura más tradicional es el museo etnográfico de Sobreiro.
Este humilde homenaje a la cultura portuguesa, es fruto de la ilusión y el esfuerzo de José Franco que se dedicó desde 1945 y durante muchos años a edificar una aldea en miniatura, en la que no falta absolutamente nada.
Su aldea tiene dos partes que se complementan: una réplica de los antiguos talleres y estancias con objetos reales, donde se reproducen las costumbres y actividades laborales de su infancia y la vida campesina de la región de Mafra; y a la vez, la aldea comprende una zona dedicada a los niños, repleta de miniaturas de casas y habitantes que reflejan las actividades de la época: trabajos en el campo, carpinterías, molinos de viento, capillas, tiendas de comestibles, escuelas, bodegas, campesinos e incluso una reproducción del pueblo pesquero de la Ericeira y de los oficios ligados al mar.
Hay otra construcción posterior, una tercera zona amurallada como un castillo, con un parque infantil, incorporando algunos ingenios agrícolas, donde los niños pueden moverse libremente.
Artesano del barro, José Franco, dedicó gran parte de su vida a recrear con sus figuras de barro en miniatura y animadas, los usos y costumbres de la vida rural portuguesa, reproduciendo la arquitectura, las artes, los oficios, con gran sensibilidad, imaginación y conocimiento de la etnografía de la zona.
Todas las figuras mecanizadas son movidas por el agua o electricidad, algunas se encuentran dentro de edificios y otras se disponen en diaramas donde se recrean distintas escenas de la vida cotidiana.
Este coqueto rincón de Portugal el museo etnográfico de Sobreiro, te abre sus puertas por una entrada muy asequible, si no recuerdo mal, uno o dos euros. Una vez que entras, alrededor de una plaza, se encuentran dispuestas las reproducciones de tiendas, bares, la panadería, el dentista,la escuela, la casa de música, la capilla, el zapatero, el barbero, y hasta el molino…donde se refleja la vida de la gente portuguesa entre los años 40 y 50.
Es un lugar alegre, de casas encaladas, puertas y ventanas pintadas de azul, pasear entre sus estancias te hacen viajar en el tiempo. Un tiempo donde la vida era más lenta y más sencilla, donde puedes ver y reconocer herramientas, vestimentas, y formas de vida.
Es un lugar que difícilmente encontrarás en las guías de viaje, se encuentra en la carretera que va de Ericeira a Mafra.
Allí podrás tomar una cerveza, o mejor un vino de la zona acompañado por “pao chourico”, una pieza de pan horneada en horno de leña “preñado” de chorizo. A nosotros nos encanta, en la aldea- museo de Sobreiro hemos estado un par de veces y nunca hemos comido un “pao chourico” tan rico como allí. También nos gusta esta especialidad culinaria en el Festival de Arena de Armacao da Pena.
Hoy, el pequeño mundo moldeado por las manos de José Franco (fallecido en 2009) es visitado anualmente por miles de personas.
En la Aldea de José Franco se evidencia la dedicación de una vida a la actividad tradicional de la alfarería, exponiendo además la rica cultura artesanal del Municipio de Mafra. Un lugar que si viajas por la zona yo te aconsejo no perderte.
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Cápsula Responsable
Conocer los usos y costumbres tradicionales es una forma responsable de acercarse al destino. Fomenta el respeto y pone en su justo lugar el esfuerzo de las anteriores generaciones. Los lugares lo hacen las personas.
Cuanta razón tienes que los lugares lo hacen las personas. Post muy instructivo, llevaré a las niñas cuando visite de nuevo esa zona de Portugal. Un abrazo compi!!
Es que es así, cada vez más disfruto no solo conociendo los monumentos, o espacios naturales, viajar sin prisas, conversando con las personas del lugar es muy gratificante e interesante